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LA VERDAD QUE NOS HACE LIBRES

PARTE 2: PREPARÁNDONOS PARA LA VERDAD

10 de mayo de 2013

 

 

 

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento y sígame de continuo’.”

- Mateo 16:24

 

_________________________

 

    Cuando empezamos este ministerio, trabajamos mucho en diversas misiones de recuperación en el área llamada Ciudad de la esperanza1. Compartimos las enseñanzas de Jesús, claras y directas, con cientos de hombres y mujeres que se recuperaban de la dependencia al alcohol y drogas. Quedamos abrumados con la respuesta. Estas personas tenían todo tipo de antecedentes, muchos estaban afiliados a pandillas callejeras y/o eran culpables de actividades delictivas graves. Pocos, si alguno, llegó a las misiones en busca de Dios. Sin embargo, cuando oyeron el mensaje de Jesús, puro y sin adulterar, se asieron a este y no lo soltaron. La mayoría se conmovió tanto que estaban totalmente decididos a bautizarse en Cristo. Algunas de sus experiencias se registran en los artículos El poderoso mensaje: ser hijos y ¿Qué me impide? - The Powerful Message of Sonship and What Prevents Me 

 

    De igual manera, compartimos estas enseñanzas claras y abiertas con las personas que profesaban ser religiosos. Ellos también se vieron profundamente afectados, pero había una diferencia. Los hombres y mujeres de las misiones se sintieron impulsados a tomar acción más rápidamente. Sin exhortarlos u obligarlos, tomaron con entusiasmo el manto del discipulado e instintivamente buscaron compartir las enseñanzas del Maestro con sus familiares y amigos. Algunos condenaron sus afiliaciones a pandillas, y compartieron el mensaje de Cristo con sus compañeros de banda, e incluso con los miembros de las bandas
rivales. Algunos de ellos cooperaron con la policía para mediar en treguas entre pandillas en las principales ciudades de Estados Unidos. Estos extraordinarios actos de fe fueron bastante comunes entre ellos. Al preguntamos por qué había una diferencia en su reacción, el pasaje citado arriba nos dio algunas pistas.

 

    Por supuesto, recordamos que Jesús vino principalmente para los que son considerados de condición baja según los estándares humanos:

 

“El espíritu de Jehová está sobre mí, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres, me envió para predicar una liberación a los cautivos y un recobro de vista a los ciegos, para despachar a los quebrantados con una liberación, para predicar el año acepto de Jehová”.

- Lucas 4:18, 19


“Respondiendo, Jesús les dijo: ‘Los que están sanos no necesitan médico, pero los que se hallan mal sí. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores a arrepentimiento’.”

- Lucas 5:31, 32


    Y nos recordó la ilustración que Jesús enseño cuando dijo:


“‘Dos hombres eran deudores a cierto prestamista; el uno le debía quinientos denarios, pero el otro cincuenta. Cuando no tuvieron con qué pagar, él sin reserva perdonó a ambos. Por lo tanto, ¿cuál de ellos le amará más?’ Contestando, Simón dijo: ‘Supongo que será aquel a quien sin reserva le perdonó más’. Él le dijo: ‘Juzgaste correctamente’.”

- Lucas 7:41-43

 

    Estos factores sin duda influyeron. Tal vez estas personas se veían como muy pecadoras y por eso fueron más agradecidas. Pero existe otra razón más profunda, para esta respuesta diferente.

 

    Estas personas habían llegado a un momento crítico. Se dieron cuenta que el camino que habían elegido no estaba funcionando y que querían más de la vida. La mayoría estaban familiarizados con las doctrinas de la iglesia, y había probado el programa de 12 pasos con un éxito limitado. Pero al oír las claras y directas enseñanzas de Jesús, las cosas cambiaron. Se dieron cuenta de que la fuente de su angustia era que estaban espiritualmente hambrientos, pero también estaban dispuestos a ser saciados. (Mateo 5:3,6)

 

    Les impresionó especialmente la sencillez y pureza de las enseñanzas de Jesús. Como dijo Jesús: “mi yugo es suave y mi carga es ligera” (Mateo 11:28-30). En respuesta, ellos, abierta y sinceramente, confesaron sus errores y además buscaron hacer los cambios correspondientes. Se expusieron completamente, no ocultaron nada. Sus obstáculos dejaron de existir. Todas sus paredes se derrumbaron. Era como Jesús dijo:

 

“Otra vez: el reino de los cielos es semejante a un comerciante viajero que buscaba perlas excelentes. Al hallar una perla de gran valor, se fue y prontamente vendió todas las cosas que tenía, y la compró.”

- Mateo 13:45, 46


   Se despojaron de seguir voluntad del hombre y, sin reservas, invitaron a Jesucristo para reinar en sus vidas. Hicieron suyo el lema: “dejar que Dios tome las riendas”. Habían repudiado su yo carnal (Mateo 26:34). ¡Esa fue la diferencia!


    Esta experiencia nos enseñó el valor repudiarse a uno mismo. Creemos que si cualquier hombre o mujer se lo propone, y se limpia de todos sus pecados ocultos, rencores secretos e ideas preconcebidas o mal concebidas sobre la vida, Dios y la verdad, y además se esfuerza por enmendar sus errores contra otros, no habrá nada que evite que viva en la verdad, será evidente y sin sentir vergüenza. En realidad, ser deshonestos con nosotros mismos es un error que hace que nuestra adoración sea inútil:


“Si hacemos la declaración: ‘Tenemos participación con él’, y sin embargo seguimos andando en la oscuridad, estamos mintiendo y no estamos practicando la verdad. Sin embargo, si andamos en la luz, como él mismo está en la luz, sí tenemos participación unos con otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado. Si hacemos la declaración: ‘No tenemos pecado’, a nosotros mismos nos estamos extraviando y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia. Si hacemos la declaración: ‘No hemos pecado’, lo estamos haciendo mentiroso a él, y su palabra no está en nosotros.”

- 1 Juan 1:6-10

 

    Pero una autoevaluación de verdad requiere coraje. El hombre tiene la tendencia a encubrir sus propios errores y pretender que no existen. Esto es hipocresía. Jesús no tolera la hipocresía:


Dejen de juzgar, para que no sean juzgados; porque con el juicio con que ustedes juzgan, serán juzgados; y con la medida con que miden, se les medirá. Entonces, ¿por qué miras la paja [que hay] en el ojo de tu hermano, pero no tomas en cuenta la viga [que hay] en tu propio ojo? O, ¿cómo puedes decir a tu hermano: ‘Permíteme extraer la paja de tu ojo’; cuando ¡mira!, hay una viga en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Primero extrae la viga de tu propio ojo, y entonces verás claramente cómo extraer la paja del ojo de tu hermano.”

- Mateo 7:1-5

 

“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque se asemejan a sepulcros blanqueados, que por fuera realmente parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicia. Así ustedes, también, por fuera realmente parecen justos a los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de desafuero.”

- Mateo 23:27, 28


    Además, Jesús ya sabe las cosas que estamos tratando de ocultar:


“Porque la palabra de Dios es viva, y ejerce poder, y es más aguda que toda espada de dos filos, y penetra hasta dividir entre alma y espíritu, y entre coyunturas y [su] tuétano, y puede discernir pensamientos e intenciones de[l] corazón. Y no hay creación que no esté manifiesta a la vista de él, sino que todas las cosas están desnudas y abiertamente expuestas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”

- Hebreos 4:12, 13


    Conocemos personalmente el valor de repudiarse uno mismo. Cuando comenzamos este viaje hace muchos años, decidimos restablecer o reiniciar nuestras vidas espirituales. Además de ser honestos con nosotros sobre nosotros mismos, decidimos despojarnos de todo lo que alguna vez nos enseñaron acerca de Dios, la Biblia, Jesucristo y la verdad.

 

    Nos desprendimos de toda creencia enaltecida, con la intención de reconstruir nuestras vidas espirituales con lo único que sabíamos era absolutamente la verdad: que hay un Dios que es el creador de todo. Decidimos que sólo aceptaríamos ideas y conceptos coherentes con esa verdad y construiríamos nuestra fe sobre esas cosas.

 

    Esta propuesta asustaba. Sabíamos que una vez desprendidos de toda enseñanza, no tendríamos maestros. No contaríamos con la seguridad que brinda la aprobación de otros. Estaríamos por nuestra cuenta. Sin embargo, teníamos fe en que el Padre nos ayudaría. Lo interesante de la fe es que al principio es difícil. Pero a medida que se ejerce más fe, el Padre responde con sus garantías. Y, finalmente, la protección y guía del Padre se hacen tan evidentes que ya no parece exacto etiquetarlo con el termino fe (reflexione en este asunto).

 

    Nuestra fe progresó así: teníamos fe en que Dios es el creador de todas las cosas. La consecuencia obvia de esa idea es que todo hombre es nuestro hermano. Ahora estábamos absolutamente seguros que hay dos cosas que son verdad: Dios es nuestro Padre, y todo hombre es nuestro hermano. A partir de ahí, acudimos a la Biblia, con la que ya teníamos familiaridad. Y decidimos leerla nuevamente pero con esta nueva perspectiva. Quedamos encantados cuando nos dimos cuenta que Jesús enseñó estas dos verdades como fundamento de su ministerio:

 

“Mas ustedes, no sean llamados Rabí, porque uno solo es su maestro, mientras que todos ustedes son hermanos. Además, no llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra, porque uno solo es su Padre, el Celestial.”

- Mateo 23:8, 9


    Y estas dos verdades forman la base de su único mandamiento:


“Y uno de ellos, versado en la Ley, preguntó, para probarlo: ‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?’. Él le dijo: ‘‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas’’.”

- Mateo 22:35-40

 

    Además, un restablecimiento espiritual es aludido por el apóstol Pablo cuando
escribió:


“No estén mintiéndose unos a otros. Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva [personalidad], que mediante conocimiento exacto va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la ha creado”.

- Colosenses 3:9, 10


Ustedes deben desechar la vieja personalidad que se conforma a su manera de proceder anterior y que va corrompiéndose conforme a sus deseos engañosos; pero que deben ser hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente, y deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad.”

- Efesios 4:22-24


    Este es el significado de nacer de nuevo (Juan 3:3-7):

 

“¿O ignoran que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por lo tanto, fuimos sepultados con él mediante nuestro bautismo en su muerte, para que, así como Cristo fue levantado de entre los muertos mediante la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque si hemos sido unidos con él en la semejanza de su muerte, ciertamente también seremos [unidos con él en la semejanza] de su resurrección; porque sabemos que nuestra vieja personalidad fue fijada en el madero con [él], para que nuestro cuerpo pecaminoso fuera hecho inactivo, para que ya no sigamos siendo esclavos del pecado.”

- Romanos 6:3-6


“Porque se les ha dado un nuevo nacimiento, no de semilla corruptible, sino de semilla [reproductiva] incorruptible, mediante la palabra de[l] Dios vivo y duradero.”

- 1 Pedro 1:23


    Estas ideas nos convencieron de la veracidad de las palabras de Jesús:

 

Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí.”

- Juan 14:6


    Estábamos dispuestos a repudiarnos a nosotros mismos, como dijo Jesús, ‘vender todo y comprar la perla de gran valor’.

 

    ¿Qué nos da el valor para someternos a un reinicio o un renacimiento? El fuerte deseo por la verdad, la verdad divina que no esté contaminada por interpretaciones hechas por hombres y sus astucias, y un deseo sincero por conocer a Dios.


    Creemos que un reinicio o un renacimiento deben empezar con acercarse en oración a Dios, derramando nuestro corazón y pidiendo Su guía. Como ejemplo de tal oración, podemos leer las palabras del Salmo 51. Aquí, el salmista abre su corazón por completo al Padre y lo vacía por completo a Él. No es necesario imitar palabra por palara al salmista, pero podríamos coincidir con sus sentimientos:

 

“Muéstrame favor, oh Dios, conforme a tu bondad amorosa. Conforme a la abundancia de tus misericordias, borra mis transgresiones.


“Lávame cabalmente de mi error, y límpiame aun de mi pecado. “Pues mis transgresiones yo mismo conozco, y mi pecado está enfrente de mí constantemente.


“Contra ti, contra ti solo, he pecado, y lo que es malo a tus ojos he hecho, a fin de que resultes justo cuando hables, para que estés libre de culpa cuando juzgues.


“¡Mira! Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre.


“¡Mira! Te has deleitado en la veracidad misma en lo interior; y en el yo secreto quieras hacerme conocer sabiduría pura.

 

“Quieras purificarme del pecado con hisopo, para que yo sea limpio; quieras lavarme, para que quede hasta más blanco que la nieve.


“Quieras hacerme oír alborozo y regocijo, para que estén gozosos los huesos que has aplastado.


“Oculta tu rostro de mis pecados, y borra aun todos mis errores. “Crea en mí hasta un corazón puro, oh Dios, y pon en mí un espíritu nuevo, uno [que sea] constante.


“No me arrojes de delante de tu rostro; y tu espíritu santo, oh, no me lo quites.

 

“Restáurame, sí, el alborozo de la salvación por ti, y quieras sostenerme aun con un espíritu bien dispuesto.


“Ciertamente enseñaré a los transgresores tus caminos, para que los pecadores mismos se vuelvan directamente a ti.


“Líbrame de la culpa de sangre, oh Dios, el Dios de mi salvación, para que mi lengua informe gozosamente acerca de tu justicia.


“Oh Jehová, quieras abrir estos labios míos, para que mi propia boca anuncie tu alabanza.


“Porque no te deleitas en sacrificio... de otro modo [lo] daría; en holocausto no te complaces.


“Los sacrificios para Dios son un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y aplastado, oh Dios, no lo despreciarás.”

- Salmo 51:1-17

 

    Oraciones sinceras como ésta pondrán nuestra mente en el marco correcto. Estaremos abiertos y expuestos al Padre y a nosotros mismos. Y encontraremos consuelo en nuestra desnudez espiritual, sabiendo que pronto estaremos vestidos y construiremos una nueva persona, una persona espiritual que puede conocer la verdad:


“Pero el hombre físico no recibe las cosas del espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no [las] puede llegar a conocer, porque se examinan espiritualmente. Sin embargo, el hombre espiritual examina de hecho todas las cosas, pero él mismo no es examinado por ningún hombre. Porque “¿quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, para que le instruya?”. Pero nosotros sí tenemos la mente de Cristo.”

- 1 Corintios 2:14-16

 

    Muchas personas de todo el mundo, de diferentes orígenes, y en muchas circunstancias diferentes han sido capaces de hacer cambios milagrosos en sus vidas por repudiarse a sí mismos. A partir de ahí, ellos voluntariamente toman el madero de tormento de Cristo, lo que significa que están dispuestos a someterse a lo que sea necesario para seguir a Cristo, ‘vender todas las cosas’. Y cuando nos hemos despojado de la vieja personalidad con sus prácticas y creencias, estaremos en condiciones vestirnos con la verdad, en palabras de Pablo, ponernos “la mente de Cristo”, la perla de gran valor. Después de haber sido lavados de los errores de hombres, estamos listos para nuestra nueva vida, nuestro nuevo nacimiento.

 

    Pero ¿cómo determinar lo que es la mente de Cristo? ¿Qué involucra el ponérnosla? Y cuando nos la ponemos, ¿qué clase de persona seremos? Estas preguntas serán contestadas en el siguiente artículo de nuestra búsqueda de la verdad y la consecuente libertad espiritual, intitulado “Recibiendo la verdad”.

 

 

“Elaia Luchnia”


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